El nadador de 36 años obtuvo la presea dorada en los 100 metros espalda. Quién a los 4 años comenzó a nadar en la piscina de la Teletón, con un pronóstico que lo postraba a la cama a los 24, consiguió el mayor logro deportivo, fruto de esfuerzo, dedicación y amor por el deporte.
Ayer, Alberto Abarza consiguió la distinción máxima en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, tras una reñida competencia donde recién en el segundo y último tramo, logró sobrepasar a su par brasileño Gabriel dos Santos, colgándose así la tan preciada presea.
El experimentado nadador, sufre desde que es un niño de una enfermedad extraña denominada Síndrome de Charcot-Marie-Tooth, y según consigna El Mercurio en su edición de hoy, esta patología consistiría en “un mal incurable que paulatina e inevitablemente va atrofiando sus músculos” ello lo dejó en silla de ruedas tempranamente siendo aún un adolescente.
Su relación con la natación comenzó cuando a los 4 años inició una terapia en la Teletón que incluía la inmersión en una piscina en la comuna de Estación Central. Pero luego, a los 8 años, comenzó a entrenar en la piscina de la Universidad de Chile en Independencia, Santiago de Chile.
Hace 4 años Abarza ya era número 1 en el escalafón mundial de su serie y en 2019 obtuvo 3 oros en los panamericanos de Lima.
Su triunfo hoy se le recompensará con 41 millones de pesos y poco menos de 3 millones de pesos más mensuales por los próximos 3 años.